Apuntes sobre lo que llevo en la maleta

Miguel Ángel Vergaz

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Sin bragas, puede. Pero no sin dinero.

En su excelente El Fuego de la Libertad: El refugio la filosofía en tiempos sombríos (1933-1943), Wolfram Eilenberger retrata y especula sobre cuatro mujeres clave en un periodo marcado por la Segunda Guerra Mundial: Simone de Beauvoir, Simone Weil, Ayn Rand y Hannah Arendt. Eilenberger es un escritor más que notable y sale muy bien parado a la hora establecer  conexiones y diferencias entre semejantes iconos, al tiempo que divulga el interés por sus ideas entre gente como yo.

Sin embargo, creo que pasa un poco de puntillas sobre la cuestión más transcendental en que todas ellas estaban de acuerdo y más en aquellos tiempos: querían su propio dinero. Con su propio dinero no estaba sujetas a la familia, al Estado, a relaciones de dependencia con sus parejas sentimentales y, si a eso vamos, podían escribir una cosa y cambian de opinión cuando quisieran. Incluso Simone Weil estaba de acuerdo cuando se dejó morir sin pedir ayuda a su acomodada familia. En uno de sus pasos para abandonar la vida, tomó la decisión de abandonar el dinero.

La verdad es que, sin llegar a ser célebres, las mujeres de mi familia por aquellos tiempos terribles ya tenían una máxima que se iban pasado unas a otras: “Hija, a la calle puedes salir sin bragas, pero no sin dinero”. De hecho, mi madre trabajaba con mi padre y cuando vio que éste quería guardar las ganancias del día en un caja cuya llave sólo tenia él, fue muy clara: “O me das otra llave o me largo aunque tenga que conseguir dinero como puta”.

Pregunta retórica: ¿Qué creen que opinarían Beauvoir, Weil, Rand, Arendt y la madre que me parió del dinero digital cuya llave guardaría los bancos y los estados? 

Pues eso.


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